La apofenia cotidiana
Tomado del libro: "Este libro le hará más inteligente"
DAVID PIZARRO
Profesor auxiliar del Departamento de Psicología de la Universidad Cornell.
El cerebro humano es una asombrosa máquina especializada en detectar patrones. Contamos con un gran número de mecanismos destinados a descubrir relaciones ocultas entre objetos, acontecimientos y personas diferentes. Sin esa capacidad, no hay duda de que el océano de datos que incide en nuestros órganos sensoriales presentaría el aspecto de una masa informe, aleatoria y caótica. Sin embargo, cuando nuestros sistemas de detección de pautas fallan, lo que observamos es que el error en el que tienden a incurrir acostumbra a presentar un sesgo específico: el de percibir pautas o patrones en lugares en los que en realidad no existe ninguno.
El neurólogo alemán Klaus Conrad acuñó en el año 1959 el término «apofenia» para describir esta tendencia concreta, tras observarla en pacientes aquejados por distintos tipos de enfermedad mental. No obstante, gracias a los diversos descubrimientos que se han venido realizando últimamente en las ciencias de la conducta, cada vez está más claro que esta tendencia no se circunscribe exclusivamente a las personas enfermas o incultas. Hay gente mentalmente sana e inteligente que acostumbra a incurrir periódicamente en este tipo de errores de apreciación.
Un atleta supersticioso, por ejemplo, puede ver una relación entre la obtención de la victoria y el hecho de llevar o no un determinado par de calcetines.
Un padre decide negarse a vacunar a su hija porque ha terminado convenciéndose de que existe un vínculo causal entre la inoculación del virus atenuado y el hecho mismo de contraer la enfermedad.
Un científico cree que unos resultados concretos vienen a confirmar su hipótesis, pese a que todo lo que ha obtenido es, en realidad, un ruido perfectamente aleatorio.
Y son miles las personas que consideran que la función de reproducción «aleatoria» que les permite el programa lógico de su aparato de música está estropeada debido a que confunden las falsas coincidencias con la existencia de un verdadero vínculo.
En resumen, el sistema de detección de pautas al que cabe imputar buena parte del éxito de nuestra especie puede sencillamente traicionarnos con toda facilidad. Es muy probable que esta tendencia que nos lleva a permanecer atentos al surgimiento de pautas sea un subproducto inevitable de los mecanismos adaptativos de detección de pautas que poseemos. Sin embargo, si lográramos que el sencillo concepto de la «apofenia cotidiana» se convirtiera en una noción fácilmente accesible podríamos mejorar nuestra capacidad de percibir y rastrear la puesta en marcha de esta tendencia potencialmente peligrosa, protegiéndonos de sus efectos.